miércoles, 12 de enero de 2011

Marcos Kurtycz

Precursor del lenguaje del performance, fue también fotógrafo, diseño gráfico, creador de libros de artista, se movió sobre distintos registros, trabajo con pintura, ácidos, fuego, agua, serpientes, papel, un creador apasionado, en la que la vida y la obra son una misma cosa.
El siguiente texto es una traducción libre y parcial del publicado el 30 de noviembre de 1988 por Steven Rhul en el periódico Amherst Bulletin. ubicado en  marcos kurtycz
Más de ochenta libros, para la degustación y deleite de los visitantes, están servidos en una larga mesa de manteles largos. Son libros artesanales, graciosos, mágicos, libros exquisitos hechos por el performancero polaco-mexicano, Marcos Kurtycz. Son un banquete por la pureza de su intención, la audacia de su ejecución y por los placeres sensoriales que confieren. Son infinitamente ricos, inventivos y frescos. Estos libros impredecibles nos provocan esa extraña sensación de haber descubierto una obra de arte primigenia creada en algún Edén de la imaginación.
Son objetos únicos con el poder de un talismán. Contienen pedacitos de tótem, retazos y chucherías. Nos ofrecen un recordatorio de qué tan prodigiosos, mágicos y asombrosos, habrán sido los libros medievales para aquellos que tan delicadamente los manipulaban.
De hecho, los libros de Kurtycz son como aquellos manuscritos medievales iluminados – excepto que han sido creados en una época apocalíptica, atómica y post industrial. Su belleza es demente y sus textos están dañados.
Hay un libro forrado con casimir quemado; sus páginas en acordeón están salpicadas de acuarela y adornadas con dijes de cobre y fotos instantáneas indescifrables de personas totalmente desconocidas.
Otro libro tiene las palabras “Big Brother Book” manuscritas en espejo con tinta plateada sobre la portada beige. La página única de este libro es un cubo de plástico transparente impreso con una gráfica multicolor de los tipos de cambio. Un objeto promocional del Chemical Bank.
Muchos libros ostentan papeles artesanales texturizados, sin palabras impresas. La suntuosidad de las páginas y sus tonos sutiles: óxidos, lavandas y celestes, son el tema en sí.
Algunos libros contienen protuberancias y bajorrelieves que son, simplemente, un tesoro al tacto y a la vista. Hay uno que contiene cromos antiguos de animales africanos. Han sido cortados y combinados para crear fabulosas bestias nunca antes vistas.
Un libro de forros de cuero cremoso huele a manopla de béisbol. Uno de economía ha sido intervenido con un taladro; un almanaque de la sociedad americana de la época de la Segunda Guerra ha sido lúdicamente alterado; otro, de gruesas páginas grises, contiene astillas de madera de balsa entintadas para simular animales imaginarios. Éste último es absurdamente hermoso y elegante.
Hay un libro suculento de imágenes fantasmagóricas de un helecho sobre acetato y fondo de papel negro.
Más libros: un tomo empastado en cuero, cerrado con velcro, al abrirse, revela papel aluminio, cinta cinematográfica, alas de mariposa, una bolsita con semillas, un prendedor del Llanero Solitario, sellos de maíz y violines, reliquias aztecas, imágenes porno, diapositivas, la fotocopia de un caballo trotando (probablemente Muybridge), hilo de diferentes colores, papel exótico, y las palabras” Un Libro Diario.” Página tras página de sorpresas.

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